Yo sabía que tenía miedo escénico. Lo que no sabía es que era tan exagerado. En el primer día de taller "Hablar SIEMPRE con eficacia" teníamos que poner nuestro nombre, voluntariamente, en unos de los sobres indicados por el profesor. Uno ponía "Presentación", otro "Diálogo Sorpresa", otro "Diálogo y Coloquio" y por último "Otros".
Pensaba que el tema de las exposiciones sería a partir de hoy. Bajo esta perspectiva escribí mi nombre en un papel, lo doblé y lo metí en el sobre "Presentación". Se trataba de subir a la tarima y hablar de mi durante unos 3 minutos escasos. Delante de todos los compañeros y compañeras del curso. Somos unas 90 personas más o menos en el taller.
La sorpresa me la llevé después del descanso. Al volver, el profesor dijo que iba a empezar con las exposiciones (ya aquí me puse de los nervios). Decidió empezar por las presentaciones (más nervios sumados a los anteriores).
De repente, saca un papel, doblado exactamente igual a como lo había hecho yo. ¡¡No me lo puedo creer!! pensé, ¡¡No puedo ser yo la primera!!, ¡¡No puedo!!. Pues sí, era mi papel y era mi nombre el que gritó en alto.
El miedo escénico era de tal calibre que no lo puedo expresar con palabras. No fui capaz de salir a escena, estaba totalmente bloqueada. Mi mente quería salir pero mi cuerpo sólo movía la cabeza de lado a lado, en señal de: ¡¡Ni loca salgo la primera!!.
El profesor no insistió en exceso y pasó a coger otra papeleta del sobre. El chico fue mucho más valiente que yo. Salió a escena y hablo sobre él, mal o bien, eso es lo de menos. Se atrevió a salir que es lo importante.
Después continuó con el "Diálogo sorpresa". En este ejercicio se le daba una palabra al azar a la persona que exponía y esta tenía que improvisar un discurso a raíz de la misma. Mi más sincera admiración a quienes se atrevieron con este ejercicio.
Hizo dos vueltas más y, sinceramente, no sé si lo hizo a posta o no. Cada vez que tocaba el sobre de las presentaciones sacaba mi nombre primero y luego cogía otra papeleta. Si lo que quería conseguir era que me enfadara conmigo por no haber sido capaz de salir, lo consiguió. Estoy rabiosa conmigo, enfadada por no atreverme a dar el paso. Pasé una noche de penita y dolor. Apenas he dormido un par de horas. Mi cabeza se pasó toda la noche pensado en esa exposición y no hubo forma de olvidarme. Tengo el estómago al revés de los nervios que tengo.
La única opción que me queda, es echarle valor. Si se diera el caso que me llame hoy, salir sin pensármelo. Hablar de mi durante esos dos y tres minutos que seguramente me parecerán horas. No veo otra solución al problema. No quiero pasar más noches así, ni que los nervios me coman por dentro. Quiero subir mi autoestima y pasar del miedo escénico al placer escénico.
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Monica Frey Grimm
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