Un día, cuando disfrutaba en una playa desierta de Fuerteventura me pregunté si, disfrutaría más en un yate de lujo de los que veía pasar por el horizonte que en dicha playa. Reflexioné sobre si el dinero que necesitaría para comprarme ese yate me traería más felicidad. Sorprendentemente, la respuesta que me vino fue “NO”. El proceso de pensamiento que me llevó a esa conclusión es el que dio pie a este artículo.
A la hora de ir trabajando sobre mi independencia financiera he llegado a un concepto que creo, es la clave para marcarme mis objetivos y cómo llevarlos a cabo. Este concepto es “BASTANTE”.
La razón por la cual no envidié poseer un yate es porque este, no añadiría valor a mi día. Todo era perfecto tal y como estaba ocurriendo. Disfrutaba de una playa desierta, excelente compañía, un paisaje maravilloso, dejándome llevar por el sonido de las olas, descubriendo unos fondos increíbles rebosantes de vida. Nos deleitamos con un almuerzo maravilloso mientras compartíamos una conversación genial. No podía pedir más a ese increíble día.
Cuánto más pensaba sobre mi día, más problemas tenía en imaginar la razón por la que querría tener un yate de lujo como los que podía observar en el horizonte. Me parecía más una molestia que una solución. Incluso, si mi riqueza fuera tan masiva que pudiera afrontar la compra de un yate como aquellos y tripularlo, no quería poseer uno. Cierto es que, tendría su gracia alquilarlo durante una semana o dos sólo por tener la experiencia de navegarlo, pero poseerlo, limitaría mi experiencia en la vida más que añadir valor a la misma. Conllevaría nuevas responsabilidades y nuevas decisiones que tendría que tomar. Francamente, puedo tener mucha más diversión y experiencia de vida en mi playa, por mucho menos dinero y molestias que, las que puedo tener en un yate de lujo que vale miles de veces más el precio que puedo pagar por mis vacaciones.
No valoro el lujo innecesario. Me gustan las cosas buenas y un buen estilo de vida, no lo niego pero, el lujo nunca me ha llamado la atención. Por ejemplo, conducir un Nissan Qashqai me parece genial y seguro es una pasada, pero el lujo de un Rolls Roice me aburre y me parece inútil. Alquilar un apartamento en el Pirineo para pasar una semana, me parece una gran aventura y excitante, pero poseer un yate de lujo para cruzar el Mediterráneo me hace sentir incómoda.
El lujo adicional obstaculiza mi diversión más que expandirla. Como todas la cosas, el gasto también tiene su punto de equilibrio.
MAS no es siempre mejor y
a veces MENOS puede ser MAS
¿Has pensado sobre ello?
¿dónde te sitúas tú?